Few words

Historia

Del libro gordo de Pepito

A la sonrisa invita la casa

Trescientos setenta y seis kilómetros es la distancia que separa San Pedro (Albacete) de Benicarló. Distancia que recorrió un desconocido Ángel Sánchez Atienza para con­ vertirse en nuestro entrañable y querido "Pepito, el Polero", empadronándose como benicarlando junto con sus cuatro hermanos, Encarna, Ignacia (Ina), María Dolores (Loli) y Agustín.

Dejaban atrás una dura vida dedicada al campo, a la recolección de algodón, al pastoreo, a la vendimia (cuando la uva se prensaba pisándola con los pies), a la siega del trigo, de la cebada, centeno y avena, contando con tan solo una burra flaca llamada Chata, que les transportaba las hortalizas que cultivaban en otras localidades donde todavía no se había secado el río, como era el caso de San Pedro.

Anectotas de un chiringuito

Corría el año 1958...

Pepito empieza a trabajar en "la obra" durante el día y de peluquero por las tardes-noches, recordemos que por aquel entonces los hombres afeitaban en las barberías, pocos eran los que tenían cuchillas en casa, y un sábado cualquiera podían trabajar hasta las 2 h o 3 h de la madrugada fácilmente.El antiguo astillero de Benicarló se había convertido en la fábrica de con­servas "El Morrongo", las que posteriormente daría el nombre a la playa. Agustín entra a trabajar enlatando pimientos morrones, tomate y anchoa. Mientras, sus hermanas Encarna e Ignacia hacen sus jornadas en la fábrica Lacas y Pinturas en el paseo de la estación y Loli en la tintorería La Mallor­ quína en la antigua calle San Sebastián.

En 1962 emprenden su andadura en el mundo de los "mantecados", trayendo desde Albacete el primer carrito de los helados y asociándose con un familiar manchego que sabía de este arte. En aquel Benicarló, el Tío Marcial ya había estado muchos años vendiendo helados con un carrito empujado por una mula.

Anectotas de un chiringuito

El primer chiringuito

La Carpintería Martínez les construye un primer kiosko de madera, que lo emplazan en el pasaje san Agustín en la esquina de una tienda de ropa llamada la Pilarica, actualmente el Banco Central. La horchata todavía la compraban al señor José María Lluch, que más tarde les vendería su pe­queño molino de chufas. Ya en la calle del Rosario, comienzan a fabricar los primeros mantecados en una rudimentaria heladera de madera, que a modo de timbal cubierto de hielo y removida con un remo manual suplía la carencia de maquinaria de la época. Los polos se hacían con hielo picado que compraban en la fábrica de hielo de Domingo Lores, se empapelaban a mano, uno a uno. Y la pulpa sobrante de moler las chufas, la tiraban al vertedero ellos mismos, puesto que los basureros, comprensiblemente, se negaban a cargar con semejante peso. Hoy en día esta pulpa se utiliza como pienso para vacas, ovejas y caballos.

Anectotas de un chiringuito

Salvador bendice la heladería de la calle Mayor

Faltaba un nombre para la empresa, y el sacerdote del pueblo, Salvador, quien tenía cierto peso en la política local, les ayuda a obtener permiso y la licencia de actividad que desde las autoridades se les había negado rei­ teradas veces; a la par que sugiere Costa Dorada como nombre comercial (al parecer la ciudad de Benicarló cambió más tarde de "Costa Dorada" a la actual "Costa de Azahar"). El negocio pasa por épocas difíciles, muchas horas de trabajo y demasiadas deudas. Cito el ejemplo, que en cierta ocasión la avería de una máquina de granizar estuvo a punto de mandar a Pepito y a su cuñado José Valverde todo un invierno a trabajar vendimiando en Francia, ya que no había dinero para pagar semejante gasto. O como cuando Pepito, cansado y sin apenas horas de sueño, se quedó dormido pedaleando en el carrito chocándose contra una pared.

Anectotas de un chiringuito

En San Gregorio con mujeres en Peñíscola

Ángel comienza a popularizar por las calles de Benicarló su famosa frase "¡QUE SE VA PEPITO!", en un carrito empujado a mano, que luego cambiaría por otro a bicicleta para, finalmente, recorrer la lonja, los colegios, las casitas de los marineros, etc. Junto a su cuñado, el Tío Miguel, con dos carritos-vespa tuneados por Tomás "el ciclista" (uno de estos carritos se expone actualmente en un museo dedicado a las motocicletas en Barce­lona).

Recorte de la revista Diez Minutos

"Excepto el polero"

Los polos se empezaron a vender a 2 reales (media peseta), es decir, con un céntimo de euro actual, se hubieran podido comprar casi 4 polos. Las mujeres, al oír su silbido, interrumpían sus trabajos domésticos, salien­ do de casa con su propio vaso que, con una peseta y un poco de regateo, se lo llenaba hasta arriba. Las playas de la Parreta y del Morrongo empezaban a traer sus primeros turistas, como los niños del colegio de San Ildefonso quienes repitieron durante más de 15 años, muchos franceses y por supuesto nuestros apre­ciados mañicos.

Como puede comprobarse, en la ciudad veraniega de Benicarló la zona protegida de la playa no admite carruajes, pero sí al «polero». El cartel lo dice muy claramente, coronando la señal de «circula­ción prohibida». Y es que en estos días más o menos calurosos, un polo siempre viene bien y es mercancía que el veraneante siempre agradece

Anectotas de un chiringuito

Bar-Heladería frente a la iglesia de San Bartolomé

Entre algunos clientes famosos: Manolo Escobar, el Titi, Teresa Raval, "Chanquete", Julio Iglesias, Manolo "el del bombo" y por supuesto un jovencísimo Pichi Alonso al que le encantaban los polos. Cuando Pepito iba a la playa con el carrito, llevaba sus vasos de cristal y tenía que vigilar dón­de se los llevaban los clientes para luego ir a buscarlos. En 1964, la familia al completo compra una vieja casa de la calle Mayor, que derriban para construir, ellos mismos, una primera heladería con fábrica en el sótano. Unos años más tarde alquilan un local delante la iglesia de San Bartolomé, utilizándolo como bar en invierno y heladería en verano.

También comienza a funcionar el chiringuito de la playa, vendiendo algu­nos productos de Helados Marisa, quienes habían patentado la palabra "polo" y, por tanto, en nuestros carteles aparecía como "sorbete". Helados Marisa cambia de nombre por Helados la Mallorquína, que concluye como Helados la Menorquina. El último de los hermanos en casarse sería Pepito, que da el "sí quiero" a Mari Carmen Quevedo Valdés, un 29 de febrero a la edad de 35 años.

Construyendo la heladeria del mercado

Nace una segunda generación de "poleros"

Compran un solar frente al nuevo mercado y levantan el edificio en apenas un mes (hubo quien dijo que si no caía este edificio no caía ninguno en todo el pueblo.) Esta heladería abre sus puertas por vez primera en el año 1975. En 1979 construyen la actual Fábrica de Helados Artesanos Costa Dorada, en la Partida Povet, desde donde se distribuyen los productos a las hela­derías, cafeterías, pubs y demás comercios de la comarca. Poco tiempo después apuestan por inaugurar otra heladería en la Urba­nización Peñismar, una zona que estaba en crecimiento y atraía a muchos veraneantes. Loli y su marido Antonio llevan este local.

El Diario del chiringuito

Segunda generación por orden de edad

Y concluyo con este breve resumen de una familia dedicada al mundo del helado durante 46 años, agradeciendo a todos los amigos, familiares, clientes, benicarlandos y turistas, vuestro apetito por un buen helado.

Y a todos los que nos habéis echado una mano. Me viene a la memoria cuando hará unos años, Tomás (nuestro famoso pirotécnico) después de una mascletá de Fallas en la plaza del Ayuntamiento de Valencia y con cámara y micro de Canal 9 frente a él, recitó la poesía de Pepito ante un atónito entrevistador. O las simpáticas y cariñosas alusiones a Pepito y sus helados, de algún loero en plena fiesta de Sant Antoni. Sin olvidar tampo­co alguna que otra rima dedicada en los ninots de Fallas. Por todos esos detalles y por vuestro aprecio: ¡gracias de corazón! ¡Que aproveche!

EL LIBRO GORDO DE PEPITO

Por Marcos S. Quevedo